Sin embargo, “¿qué pensar de esos soportes diseñados para almacenar la información y nuestras memorias personales (disquetes, cintas, CD-ROM) que ya hemos dejado atrás?”.
La rapidez con que se modifica y reconfigura la tecnología, hace que sea más fácil leer un libro escrito hace más de seis siglos, que una cinta en VHS. Por eso Jean-Claude Carriére afirma, y con razón, que “no hay nada más efímero que los soportes duraderos”.
Los nuevos soportes envejecen rápidamente, condenándonos a adoptar nuevas formas de organización y archivo de nuestro trabajo, incluso a adaptar nuevas formas de pensar. El siglo XX nos ha heredado múltiples formas de guardar la información, pero en soportes que aún no son seguros.
Uno de los problemas más grandes de nuestra cultura, es que se conduce con una aceleración que contribuye a borrar la memoria. Es ahí donde el texto impreso cobra relevancia, porque sigue siendo el principal medio de preservar la historia, es la inmortalidad del pensamiento humano.
Incluso, el registro de la propiedad intelectual se está haciendo en papel desde hace años. Un texto en papel no te dejará en la estacada porque se le acabe la batería, porque no sepa reconocer el formato o por la actualización del software. La impresión es la tecnología más fiable para plasmar y conservar textos.
El texto en papel resiste frente al libro electrónico como un paréntesis de desconexión tecnológica. Pero, como hemos visto, no solo hay razones emocionales y educativas para apostar por la vigencia del texto impreso, sino también razones técnicas.
Y recuerda, lo más importante es saber aprovechar los beneficios que ofrece la era digital, sin perder los privilegios que brinda la impresión,
combinar las ventajas de ambos medios es el secreto para lograr la vigencia y al mismo tiempo la perdurabilidad del mensaje.