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Las etiquetas se encuentran en cada uno de los objetos de consumo en nuestro día. Esta es razón suficiente para que a muchas personas les resulten registros de poco o nulo valor. Pero la realidad se encuentra diametralmente distante de esta impresión.
Las etiquetas, con su función ambivalente de registrar y exponer datos de importancia, representan el inicio y final de cualquier compra. Éstas han acompañado a la designación de envases y al comercio mismo desde los inicios de las civilizaciones.
Sobra decir que, ante esto, las etiquetas no han permanecido históricamente estáticas. De la mano con las necesidades y condiciones del comercio, éstas han ido transformándose a conveniencia de las personas. ¿Quieres conocer más? ¡Sigue leyendo!
Aunque se estima que las etiquetas han estado con nosotros desde la invención de los envases, sus funciones eran relativamente distintas. Por allá en los años de la antigua Grecia, las personas utilizaban las etiquetas para diferenciar ungüentos y aceites.
Así mismo, en el caso de los romanos, que hacían inscripciones en las vasijas de vidrio donde almacenaban medicamentos. O, en la Europa del siglo XVI, cuando empezaron a colgarse etiquetas a las botellas de vino para identificar la cosecha.
Es decir,
no existía entonces este cuidado del diseño relacionado a las estrategias de marketing contemporáneas. Los materiales, por el contrario, eran puros y se les daba el tratamiento mínimo. Por ejemplo, se utilizaba el marfil, la plata o la madera.
Durante el siglo XX, esta tendencia cambió y el material más común para etiquetas fue el papel con propiedades adhesivas. De hecho, a principios de los ‘70 más del 90% de las etiquetas estaban elaboradas con goma húmeda y papel engomado.
Actualmente, esto también ha cambiado y es más común encontrarnos con etiquetas autoadhesivas o etiquetas de película, precortadas y apiladas. Éstas últimas representan el 12% del mercado en las zonas desarrolladas a nivel internacional.
En el mundo de las etiquetas, las películas cumplen con dos funciones principales: 1)Fungen como el material para el soporte desprendible de las etiquetas autoadhesivas; 2)Se convierten en la base para la elaboración de estas mismas.
En el primer punto, el material de polímero, transparente u opaco, propio de las películas plásticas es utilizado como ‘liner’. Esto debido a que todas las etiquetas autoadhesivas precisan de este soporte para mantener la pegajosidad.
En el segundo, sucede al contrario: la película se convierte en el material frontal de la etiqueta. Así pues, las etiquetas en película se pueden elaborar en numerosos materiales plásticos, por ejemplo: poliéster, polietileno, poliestireno, polipropileno, vinilo, etc.
Dicho sea de paso, el uso de películas para este particular ha aumentado mucho en los últimos años. Hoy en día, estas
constituyen más del 20% de la demanda total de etiquetas. Sin mencionar que su crecimiento es 4 o 5 veces superior al de aquellas que usan papel.
Sin embargo, no podemos pretender que esta modificación en la tendencia surgió de la nada. La gradual preferencia por las etiquetas de película se ha dado como resultado y con relación a distintos fenómenos.
El primero tiene que ver con otro cambio de tendencia: el de las botellas de vidrio por las botellas plásticas. Esto como resultado de las ventajas del plástico ante el vidrio. Porque
si el plástico iba a ser más resistente al entorno, la etiqueta también tenía que serlo.
El siguiente fenómeno se relaciona con la sustentabilidad y el medioambiente. Y es que, durante las últimas décadas del siglo anterior, empezaron a regularse los materiales de botellas para poder reciclarlas. Las etiquetas se adaptaron para facilitar este proceso.
Finalmente, esta predilección por las películas se dio gracias a ciertas especificaciones de la demanda comercial. Por una parte, se demandaban etiquetas que no fueran notorias. Y por otra, empezaron a solicitarse soluciones resistentes a sustancias químicas.
Pero bien, ahora que conoces más sobre las modificaciones entre un tipo de etiqueta y otro, debes estar preguntándote algo: ¿cómo saber cuál es la mejor etiqueta según el producto propio? Desde luego, existen algunos criterios centrales.
Primeramente,
considera el precio de la etiqueta con o sin determinados elementos. Por ejemplo, piensa en cuánto pagarás por una etiqueta sin adhesivo o una etiqueta con adhesivo previo. Igualmente, considera el precio de impresión y conversión finales.
Enseguida, deberás pensar en las facilidades visuales que te proveerán tal o cual material. Piensa que algunos de ellos permitirán una mejor calidad de imagen. Y otros, incluso, posibilitarán diseños con relieves o formas irregulares.
Finalmente, aunque pudiera ser engorroso, preocúpate por lo importante: las cuestiones medioambientales. Considera si el material que seleccionaste es viable para el reciclaje y/o la reutilización. A la par, planifica la eliminación de los desechos.
Tal como con todo, las etiquetas han sufrido numerosas transformaciones conforme las sociedades han ido avanzando. En este particular, lo importante es reconocer el porqué de estos cambios para poder aprovechar al máximo las ventajas del presente.
Y si bien sabemos que la amplia diversidad de etiquetas puede complicar la tarea de cualquier empresario, los resultados valen la pena. ¡Tú tampoco esperes más tiempo y atiende una necesidad fundamental para cualquier negocio industrial!
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